"La enseñanza de criterios y su defensa nunca consiste en su mera colocación ante la mente y en exponerlos tan claros corno sea posible. Se da por supuesto que los criterios tienen también una eficacia causal máxima. Esto hace muy difícil distinguir entre la fuerza lógica y el efecto material de un argumento. Al igual que un perrillo amaestrado obedecerá a su amo sin importar lo confuso que él mismo esté, y sin importarte cuán urgente sea la necesidad de adoptar nuevos esquemas de conducta, del mismo modo un racionalista amaestrado será obediente a la imagen mental de su amo, se conformará a los criterios de argumentación que ha aprendido, se adherirá a esos criterios sin importar la confusión en la que se encuentre, y será completamente incapaz de darse cuenta de que aquello que él considera como la “voz de la razón” no es sino un post-efecto causal del entrenamiento que ha recibido. Será muy inhábil para descubrir que la llamada de la razón, a la que sucumbe con tanta facilidad, no es otra cosa que una maniobra política" Paul Karl Feyerabend - Austria, 1924-1994